La primera mujer pirata

Por Silvio González (Jefe del Departamento de Difusión de Prensa Latina.)

La Habana, (Prensa Latina).- Una de las más famosas mujeres piratas que navegaron por el Caribe lo fue Anne Bonny quien luchó al mando del capitán "Calico Jack" Rackham entre los años 1718 y 1720. Famosos como pocos entre los bandidos del entonces turbulento Caribe en los inicios del siglo XIX, los hermanos Jean y Pierre Lafitte fueron corsarios, piratas, traficantes negreros y espías a sueldo del que mejor les pagara.

Bonny es la inspiración de innumerables libros, filmes y leyendas y aunque nació en Irlanda, en su infancia su familia la llevó a Charlestón, Carolina del Sur, por lo que se puede decir que fue estadounidense de origen irlandés. El nacimiento de Bonny, considerada como la primera de un puñado de mujeres piratas, fue el resultado de un romance escandaloso entre el abogado británico William Cormac y su sirvienta, Peg Bernnan.

El padre estuvo obligado a huir con su hija a tierras americanas, escribe Marcus Rediker en su libro Villanos de Todas Las Naciones. Cuentan que ya en su adolescencia, era rebelde y licenciosa, lo que provocó que fuera expulsada del hogar por su padre y se casa con el marinero James Bonny, de quien toma el apellido.
Luego se establece en New Providence (hoy Nassau, capital de Bahamas) y durante una ausencia de James conoce al capitán Rackham y queda enamorada del famoso aventurero, quien de inmediato le propone que lo acompañe en sus correrías por el Caribe y la costa del Golfo de México.

Bonny hablaba, bebía y peleaba como los demás marinos, según el libro Piratas Más Notorios, escrito por Daniel Defoe (1660-1731). Vestía como un hombre, sin que nadie sospechase que aquel apuesto joven, convertido en ayudante del capitán Rackham, en la privacidad de su camarote era una mujer ardiente de deseos.
En uno de los abordajes a mercantes perpetrados por Calicó es capturada y reclutada otra marinera que vestía de hombre, la inglesa Mary Read. Bonny descubrió su identidad femenina, las dos mujeres se hicieron amigas y Rackham la dejó quedarse a bordo.

Read y Bonny se convirtieron en dos de los más valientes miembros de la tripulación de Rackham. Como resultado de este romance arriesgado y clandestino entre Rackham y Bonny, ella quedó encinta y fue desembarcada en un secreto escondite de los vándalos del mar, ubicado en el litoral sur cubano, donde muchos confirman que dio a luz a una niña.

Azurina
Una misteriosa leyenda, que se extiende hasta nuestros días, surgió por aquella misma época en el sitio conocido como Tureira, cerca del poblado de Fernandina de Jagua (hoy Cienfuegos), en la costa sur de Cuba. De acuerdo con investigaciones históricas y arqueológicas, Tureria era el nombre de un asentamiento aborigen ubicado donde está hoy la ciudad de Cienfuegos, y significa "camino al cielo y a los dioses".

La leyenda cuenta que un campesino cubano nombrado José Díaz recibió una noche en su bohío la visita de uno de aquellos peligrosos bandidos del mar, célebre por sus fechorías. El capitán pirata explicó a Díaz que necesitaba le cuidara y alimentara a una recién nacida y le entregó ropas, joyas y abundante dinero que le servirían para paliar los gastos.

El marino, quien estaba acompañado entonces por una hermosa mujer, jamás le precisó cuando vendría a buscar a la niña. La menor creció bajo la protección de la familia de Díaz, quien la bautizó con el nombre de Azulina y a los 15 años ya era una belleza de piel blanca, cabellos rubios, con grandes ojos almendrados y azules.

Después de aquel momento, nunca más se supo que fue de Azurina o si permaneció en esa zona cienfueguera. En tanto, Bonny también se perdió silenciosamente en el anonimato después de haber llamado la atención de todos como una de las figuras de la Era de Oro de la Piratería. En plena época victoriana, donde la libertad de las mujeres era seriamente limitada, Bonny logró convertirse en una especie de heroína.
Muy poco recogió la historia, que dejó borrosa e inconclusa la trayectoria de esta mujer y, aunque muchos la consideran la primera feminista del mundo, nadie puede precisar la influencia que tuvo su figura en otras féminas de su época, o de la actualidad.

El 20 de octubre de 1720, Rackham y su tripulación fueron apresados por la marina británica en medio de una borrachera y solo Bonny y Read opusieron resistencia. Varios investigadores alegan que Bonny y Read estaban embarazas en el momento en que fueron sentenciadas a la horca el 18 de noviembre de 1720 en Jamaica por actos de piratería. Pero por su estado de gravidez ambas recibieron un aplazamiento en la ejecución.

Read murió de fiebre dos meses después en la prisión, pero el paradero de Bonny continúo siendo un indescifrable enigma, pues su registro oficial desapareció y todos aseguran que nunca fue ejecutada pues pudo ser liberada. Algunos estudiosos cuentan que el capitán Rackham pidió como su último deseo antes de morir en el patíbulo que le permitieran despedirse de su amada.

En esa última entrevista, Bonny le manifestó a su amante que si hubiera luchado como un verdadero hombre, no hubiera muerto ahorcado como un perro. Las osadas acciones de Bonny fueron una y otra vez transformadas, edulcoradas, contadas y magnificadas hasta convertirla en un paradigma deslumbrante de valor, apunta Nigel Cawthorne en su libro Sangre y Trueno en Alta Mar

Los últimos piratas del Caribe
El español Hernando de Soto partió a la conquista de la Florida después de participar en la expedición que descubrió Nicaragua y de ejercer brevemente como gobernador de Cuba entre 1538 y 1539. En busca de oro y otras riquezas, este personaje y sus soldados macheteaban su camino a través de la densa foresta norteamericana cuando de pronto descubrieron, casi sin quererlo, un esplendoroso río, según detalla David Swing Duncan en su libro: Una Búsqueda Salvaje en las Américas.

Así encontraron el Mississippi, que tiene una longitud de tres mil 770 kilómetros y conjuntamente con el Missouri, conforman una amplia cuenca hidrográfica que hace del primero uno de los más importantes ríos del mundo. Su cuenca es la mayor de toda Norteamérica y la tercera del mundo y su superficie es un tercio del territorio total de Estados Unidos.

Durante la época precolombina, ya constituía una importante vía de navegación para los pueblos originarios que lo llamaban "Meschacebé", que significa "padre de las aguas", según escribió el Inca Gracilazo de la Vega en su Historia del adelantado Hernando de Soto.

Otros colonizadores siguieron las huellas de aquellos españoles hacia ese fértil valle durante los 200 años siguientes y ya en 1682 el francés René Robert Cavelier de La Salle descendió hasta su desembocadura, donde reclamó las tierras que estuvieran bañadas por el mismo para la corona francesa.

En 1699 el también francés Bautista le Moyne, Señor de Iberville, dirigió una partida desde la desembocadura hacia el territorio indio conocido por Natchez y para 1716 ya los franceses establecieron Fort Rosalie, la primera colonia blanca en esa región mientras que la ciudad de Nueva Orleans era fundada dos años más tarde.
El Tratado de París en 1763 pone fin a la Guerra de los Siete Años y establece la cesión al Reino de Gran Bretaña de toda la parte del valle al este del Mississippi y a España las tierras occidentales.

El misterioso río convivía en silencio con indígenas rebeldes, piratas, traficantes negreros, corrientes impredecibles y sus traicioneros bancos de arena todo lo cual hacía de cualquier viaje por el mismo una verdadera odisea.

En el siglo XIX, el Mississippi es famoso por los peligrosos bandidos que proliferaban en sus márgenes e islotes, los que eran refugios ideales para cometer todo tipo de fechorías y llevar sus licenciosas vidas en secreto.

Entre los más notorios se encontraba el asesino John Murrell, ladrón de caballos y traficante de esclavos, quien tenía su cuartel en una de las islas de esa vía fluvial. Su notoriedad era tal que el escritor estadounidense Mark Twain le consagró un extenso capítulo en su famoso libro Vida en el Mississippi.

Los hermanos Lafitte
Famosos como pocos entre los bandidos del entonces turbulento Caribe en los inicios del siglo XIX, los hermanos Jean y Pierre Lafitte fueron corsarios, piratas, traficantes negreros y espías a sueldo del que mejor les pagara.

Retoños de vascos emigrados a Francia, hijos y nietos de paradigmáticos marinos, hicieron desde muy temprano una atrevida carrera en el mar según revelan varios historiadores.

En Nueva Orleáns, según el historiador Francisco M. Mota en su libro Piratas y Corsarios en las costas de Cuba, los hermanos Lafitte construyeron toda una serie de enclaves secretos escondidos a lo largo del delta del Mississippi.

De todos ellos el lugar que se hizo más famoso fue el nombrado de manera quijotesca como Barataria, en honor a la Ínsula imaginaria concebida en su principal obra por el genio de la lengua castellana, Miguel de Cervantes y Saavedra.

Multitudes de poderosos hacendados acudían a esa isla sin ni siquiera molestarse en encubrir el objetivo real de su viaje, el cual no era otro que comprar los numerosos lotes de esclavos capturados por los Lafitte.

Tanto era el contrabando que en noviembre de 1813, el gobernador de Luisiana William Claiborne, enfurecido por el creciente poder de estos piratas, hizo publicar un bando donde ofrecía una recompensa de 500 dólares a quien los capturara vivos.

Los piratas a su vez elevaron la recompensa a mil 500 dólares por la entrega en Barataria del que en lo adelante sería el más perseguido gobernador de Estados Unidos.

El poder de los Lafitte en lo referente a su accionar en el Delta y en el Mar Caribe duró cerca de tres lustros durante los cuales en muchas oportunidad las costas cubanas fueron atacadas por ellos sin ningún tipo de misericordia.

Cuando trabas legales afectaron el comercio de esclavos y Barataria fue destruida por buques de guerra de Estados Unidos, ellos traicionaron a los independentistas cubanos como ya lo habían hecho anteriormente con los insurgentes mexicanos.

Los temibles delincuentes le informaron a las autoridades coloniales españolas sobre una expedición que se organizaba en Filadelfia para liberar a los esclavos en Cuba.

De esta forma vil lograron el perdón de los delitos cometidos contra España y recibieron además el pago de una gran suma de dinero por sus servicios de espionaje.

Adicionalmente obtuvieron una patente de traficantes de esclavos que les permitiría abastecer legalmente a los ingenios cubanos durante un largo tiempo.

Los piratas devenidos ahora en hacendados compraron una finca en la habanera Calzada de Jesús del Monte y allí se trasladaron con el botín adquirido en sus andanzas por el Mississippi según revela la revista cultural cubana La Jiribilla.

Aquella finca también creó su propia leyenda, la cual perdura hasta nuestros días, según la cual muchos lugareños aseguran que allí esta aún enterrado el tesoro de los que hoy son considerados por los expertos como los últimos piratas del Caribe.

Fonte: http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011061203 (12/06/2011)

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