«Los piratas lo van a tener muy difícil para secuestrarnos de nuevo»

Los secuestrados del atunero de Bermeo regresan al Índico un año después «seguros» por la protección de vigilantes armados.

Las huellas del calvario aún permanecen en sus mentes. Las armas que les encañonaban sin cesar. Los disparos al aire. Las risas enloquecidas de sus captores, cegados por un cóctel explosivo de drogas y alcohol. El miedo a que se les cruzara un cable a los piratas y cometieran alguna barbaridad. Las continuas vejaciones: escupitajos, gritos, patadas que impedían conciliar el sueño... Un infierno. Los 36 tripulantes del 'Alakrana' han necesitado innumerables sesiones de terapia para recuperar la estabilidad emocional tras la terrible experiencia que marcó sus vidas: el secuestro durante 47 días en aguas del océano Índico. «Fue muy duro. Solo ellos saben lo que han pasado», confiesa la madre de uno de los marineros del atunero de Bermeo. La mayoría ya ha vuelto a la mar; en muchos casos, tras un periodo de baja laboral. Con recelo, con temor, pero sin alternativa: es su forma de sustento, lo que mejor saben hacer. Y en tierra el empleo escasea como nunca. El próximo sábado, cuando se cumple un año de su odisea, les toca relevar a los compañeros que ahora se encuentran a bordo. Regresar a la que fue su cárcel durante un interminable mes y medio. Faltarán tres de los ocho marineros vascos apresados aquel fatídico 2 de octubre: siguen en tratamiento psicológico. De momento, los especialistas que les tratan les desaconsejan embarcar.

Casi todos los tripulantes han recibido asistencia psicológica desde que fueron liberados un inolvidable 17 de noviembre tras el pago de un rescate de 2,3 millones. Gran parte afrontó el trance «un poco por pelotas». «No nos queda otro remedio que tirar hacia adelante y seguir trabajando. Pero el sufrimiento no lo olvidas». Los médicos se toparon con algún caso especialmente delicado. «De alguno dijeron que su situación era irrecuperable», explican fuentes cercanas a uno de los pacientes.

«Nunca se sabe, pero esperamos estar en la fase final del tratamiento, preparándonos para la vuelta a la mar», explica a EL CORREO un allegado a uno de los tres capturados que continúan de baja. «Él se encuentra mejor, pero tiene episodios de 'flash back' que, irremediablemente, le traen a la memoria el calvario que pasaron», añade. Sus consultas a los facultativos, al igual que las de sus otros dos compañeros, son cada día más espaciadas en el tiempo, por lo que no es descartable que, si ya han recibido el alta médica, vuelvan a coincidir con los otros capturados en diciembre, cuando la empresa propietaria del 'Alakrana', Echebastar Fleet, tiene previsto realizar el siguiente reemplazo.

El primero tras el secuestro se produjo en marzo. El capitán bermeotarra Iker Galbarriatu se incorporó un mes después por la enfermedad de un familiar directo, al igual que el contramaestre de Baiona José Antonio García 'Requio', que sufrió lesiones en una pierna al caer por una escalera.

Al cumplirse un año del apresamiento, los tripulantes han optado por guardar silencio. Sus familiares les secundan «por recomendación de los médicos». El inminente regreso al atunero en el que hombres curtidos en mil batallas sufrieron una pesadilla de 47 días tampoco favorece la locuacidad.

Vuelven los piratas
Su vuelta a la mar se produce, además, en un momento especialmente delicado. La época de los monzones ha tocado a su fin en el océano Índico, adonde se dirigen. Atrás han quedado las fuertes precipitaciones, los incesantes vientos y las olas de entre dos y cuatro metros que impiden a los piratas navegar en mar abierto con sus lanchas a la caza de cualquier embarcación que se cruce en su camino. Con la mar como un plato, los bandidos somalíes han comenzado a abandonar sus bases de operaciones, como la de Harardhere, situada a 40 kilómetros de la costa. Han pertrechado ya sus fuerabordas con bidones de gasolina, víveres para varios días y, lo que es más inquietante, con el armamento necesario para intimidar a sus 'presas'; en él destacan los lanzagranadas y su fusil de asalto favorito, el 'AK-47'. Se han provisto de todo el material necesario para iniciar otra nueva campaña de posibles secuestros.

El repunte de la piratería obliga a los atuneros que faenan en el Índico, más de una veintena, a 'blindarse' contra su amenaza y reforzar sus medidas de protección. «En verano llevamos tres vigilantes; pero, a la vista de que ahora vuelven de nuevo a la carga, ponemos uno más para trabajar con mayor seguridad», detallan fuentes de una empresa del sector asentada en Bermeo.

Desde que las armadoras vascas contrataran los servicios de vigilantes para defender sus buques del acoso de los piratas somalíes en las aguas internacionales del Índico, los marineros se sienten «mucho más seguros que antes», aunque siguen expectantes. «A ver lo que nos depara esta temporada». De hecho, desde que a finales del pasado año, en pleno secuestro del 'Alakrana', los atuneros empezaron a dotarse de esa protección para repeler ataques, los seis barcos que han sufrido algún tipo de persecución han salido airosos, aunque para ello sus guardas de seguridad se han visto obligados a abrir fuego contra los asaltantes.

«Ahora en navegación libre les va a resultar muy difícil atraparnos», declara a este periódico Jesús Mari Iribar, el patrón del 'Alakrana', en referencia a la tranquilidad que proporciona a la tripulación la presencia de vigilantes armados para evitar un secuestro. «Otra cosa es que nos pillen con la red echada en el agua porque, en ese caso, estamos más limitados para maniobrar con rapidez y conseguir escaparnos», añade.

Cuando el buque de Bermeo fue apresado hace un año, se encontraba precisamente en pleno lance de pesca, a unas 400 millas de la costa de Somalia. Esa circunstancia lo convirtió en una presa fácil para los piratas, ya que la operación para la recogida de la red puede prolongarse hasta dos horas. A bordo viajaban ocho marineros vascos, otros ocho gallegos, ocho indonesios, dos malayos, tres senegaleses, cuatro ghaneses, dos marfileños y uno de Seychelles.

Al igual que muchos marineros que faenan en estos momentos en las aguas del Cuerno de África, Iribar asegura que, «sin seguridad privada a bordo», él sería «el primero que no volvería a pescar a esta zona». «Si no remite el problema, estamos condenados a que nos escolten siempre porque estos -los piratas- no creo que, de momento, tengan intención de retirarse», señala en comunicación telefónica con EL CORREO desde el Índico.

El patrón donostiarra tiene palabras de emocionado recuerdo para las víctimas del secuestro. «Solo ellos saben lo que han sufrido. Los que se han reincorporado al trabajo, estando en el barco, estaban más preocupados por sus familiares que por cuidarse ellos mismos», confiesa.

Al paro antes que a la mar
Iribar relevaba desde hace años a Ricardo Blach, que estaba al frente del 'Alakrana' cuando se produjo el apresamiento. Tras aquella trágica experiencia -«la peor de mi vida», confesó-, el veterano 'lobo de mar' gallego optó por la jubilación. Nada más desembarcar en Port Victoria, el principal puerto de las islas Seychelles, en el que la tripulación arribó una vez liberada, denunció el sufrimiento infligido por «una banda de desgraciados». «Ha sido un auténtico calvario», relató con rabia. «Nos han tratado como a perros, peor imposible». Durante el día, el capitán, Iker Galbarriatu, y él estaban «atados a una silla». «Comíamos con el plato en la rodilla. Y, por la noche, dormíamos en el suelo; aunque lo de dormir es un decir porque nos molestaban constantemente dándonos patadas, insultándonos, llamándonos 'spanish fucking' (jodido español) y expresiones por el estilo». En los 47 días que duró el secuestro, no consiguió conciliar el sueño de un tirón y estuvo encañonado «en todo momento». «Para ir a mear había que pedir permiso. Y no siempre te lo daban», explicó.

Los tripulantes gallegos del atunero también han estado más de medio año bajo tratamiento psicológico. La mayoría de ellos se ha reincorporado a la plantilla de forma paulatina. El último en recibir el alta médica, el pasado día 12 , fue el engrasador Pablo Costas, aunque con reservas. «Aún no he podido dejar las pastillas para dormir», ha declarado. Tras el infierno sufrido en el 'Alakrana', ha preferido engrosar las listas del paro antes que volver a faenar. Confía en que la suerte le sonría de igual manera que a su colega Antonio Pérez, un electricista del barco que encontró trabajo «en los remolcadores» dos semanas después de la liberación. «Esa sí que es la mejor terapia para recuperarse de esta experiencia tan dura», señalan sus compañeros. Los veinte tripulantes africanos, por su parte, «volvieron a su rutina de trabajo tras cumplir sus meses de vacaciones entre los suyos», apunta Iribar.

Fonte: http://www.elcorreo.com/alava/v/20100926/pvasco-espana/piratas-tener-dificil-para-20100926.html (26/09/2010)

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