El juicio a los dos piratas del atunero “Alakrana” empieza el próximo 31 de enero.
Cuando los bucaneros secuestraron a la tripulación, hubo vidas que se quedaron con el contador a cero.
A. M. P. / SANTIAGO
En la vista oral, está prevista la declaración de 16 de los marineros capturados (20 son extranjeros) y de los militares que participaron en el rescate. El tribunal estará presidido por la magistrada Ángela Murillo. La Audiencia Nacional ha anunciado que juzgará a partir del próximo 31 de enero a los dos presuntos piratas somalíes Cabdullahi Cabduwily, alias Abdu Willy, y Raageggesey Hassan Aji, por el secuestro del atunero congelador, propiedad de Echebastar Fleet SLU, el 2 de octubre de 2009, quedando retenido frente a las costas de Somalia 47 largos días. Cuando ese fatídico mes bucaneros del cuerno de África encerraron a Pablo, Gaizka, Ricardo e Íker, una nueva realidad comenzó para cuatro mujeres que, cargando con su tormento, llegaron a gobiernos, jueces y medios informativos con el arrojo del que fueron capaces.
Silvia Albés, vecina del municipio pontevedrés de Gondomar, tenía 32 años. Su marido, Pablo Costas, llevaba tres mareas en el «Alakrana». Antes se ganaba las habichuelas con una embarcación de bajura, que en un momento dado decidió vender, precisamente, para intentar mejorar su suerte en el Océano Índico. Antonio, el hermano, tendría que haberle dado el relevo días más tarde, pero el asalto de los corsarios impidió la suplencia. A la joven muchacha —ambos son padres de una niña— le recriminaron, en más de una ocasión, que pegase la hebra desde el minuto uno a políticos y togados en periódicos, radios y televisiones. La ahora ex ministra de Medio Ambiente, Rural y Marino, Elena Espinosa, llegó a recomendarles a los parientes de los afectados, según contaron, que «hablar de más y exponerse, no era muy bueno».
María Ángeles Jiménez es la mujer de Gaizka Iturbe, el engrasador, de 45 años. Tienen una adolescente que, en esas fechas, tenía 14. Son de Sestao. Ella, ama de casa, estaba ocupada en los cuidados de su madre, que había enviudado. Como Silvia, tampoco quiso respetar las llamadas de silencio. Lo hizo al principio, pero por una razón. En el País Vasco todavía pesaba, y mucho, la repercusión del «Playa de Bakio», capturado en las mismas aguas en 2008. Había sido tan sonado aquel caso, que terminó instalándose una especie de pacto para que, en el supuesto de otro episodio similar, se evitase darle una magnitud semejante. Así fue, hasta que una llamada de su pareja encendió la alarma: «Esto es grave. Haced ruido, ¡por favor, no nos dejéis solos!». Ella, ni siquiera dudó. «Me hicieron creer que su voz podría estar manipulada. Pero yo lo conozco, y sé que no era así. Mi marido ha pasado todo tipo de imprevistos y situaciones difíciles y nunca, jamás, había perdido el sentido del humor», llegó a confesar a ABC. Se pronunció cuando se cuestionó si el buque llevaba bandera española o no, acusó a De la Vega de haber huido a Argentina en viaje oficial mientras estas personas estaban raptadas, y saltó a la portada de este periódico el día que se negó a que el desenlace terminase con una pensión y una medalla.
Cristina Blach, la hija del patrón, Ricardo (residente en Baiona, en la zona de Baíña), es periodista de TVE. Cuando se enteró de lo sucedido, viajó de inmediato de Oviedo al sur gallego. Su padre había enviado un email a la casa armadora, en el que confirmaba que la tripulación estaba bien, pero pedía que no se le contestase. Era para no saturar el canal de comunicación. Ella no se prodigó tanto como sus colegas.
Pero su mensaje fue concluyente. Lo demostró en una macromanifestación celebrada en Vigo, cuando dio lectura a un manifiesto conjunto y recomendó a la judicatura y a las huestes gobernantes que se pusieran en el lugar de las verdaderas víctimas, «36 lobos de mar».
Argi Galbarriatu, hermana del capitán, Íker, creció en una familia de «arrantzales» (pescadores). Desde su Bermeo natal, rememoró una y otra vez dos episodios cruciales en los que las autoridades les comentaron que todo estaba arreglado y que en cualquier instante podrían venir. Al no concretarse estas palabras, la incertidumbre hizo mella en ella. Se movilizó y alabó la labor del armador, «para mí, el secuestrado 37».
Fonte: http://www.abc.es/20110103/comunidad-galicia/abcp-juicio-piratas-atunero-alakrana-20110103.html (03/01/2011)
A. M. P. / SANTIAGO
En la vista oral, está prevista la declaración de 16 de los marineros capturados (20 son extranjeros) y de los militares que participaron en el rescate. El tribunal estará presidido por la magistrada Ángela Murillo. La Audiencia Nacional ha anunciado que juzgará a partir del próximo 31 de enero a los dos presuntos piratas somalíes Cabdullahi Cabduwily, alias Abdu Willy, y Raageggesey Hassan Aji, por el secuestro del atunero congelador, propiedad de Echebastar Fleet SLU, el 2 de octubre de 2009, quedando retenido frente a las costas de Somalia 47 largos días. Cuando ese fatídico mes bucaneros del cuerno de África encerraron a Pablo, Gaizka, Ricardo e Íker, una nueva realidad comenzó para cuatro mujeres que, cargando con su tormento, llegaron a gobiernos, jueces y medios informativos con el arrojo del que fueron capaces.
Silvia Albés, vecina del municipio pontevedrés de Gondomar, tenía 32 años. Su marido, Pablo Costas, llevaba tres mareas en el «Alakrana». Antes se ganaba las habichuelas con una embarcación de bajura, que en un momento dado decidió vender, precisamente, para intentar mejorar su suerte en el Océano Índico. Antonio, el hermano, tendría que haberle dado el relevo días más tarde, pero el asalto de los corsarios impidió la suplencia. A la joven muchacha —ambos son padres de una niña— le recriminaron, en más de una ocasión, que pegase la hebra desde el minuto uno a políticos y togados en periódicos, radios y televisiones. La ahora ex ministra de Medio Ambiente, Rural y Marino, Elena Espinosa, llegó a recomendarles a los parientes de los afectados, según contaron, que «hablar de más y exponerse, no era muy bueno».
María Ángeles Jiménez es la mujer de Gaizka Iturbe, el engrasador, de 45 años. Tienen una adolescente que, en esas fechas, tenía 14. Son de Sestao. Ella, ama de casa, estaba ocupada en los cuidados de su madre, que había enviudado. Como Silvia, tampoco quiso respetar las llamadas de silencio. Lo hizo al principio, pero por una razón. En el País Vasco todavía pesaba, y mucho, la repercusión del «Playa de Bakio», capturado en las mismas aguas en 2008. Había sido tan sonado aquel caso, que terminó instalándose una especie de pacto para que, en el supuesto de otro episodio similar, se evitase darle una magnitud semejante. Así fue, hasta que una llamada de su pareja encendió la alarma: «Esto es grave. Haced ruido, ¡por favor, no nos dejéis solos!». Ella, ni siquiera dudó. «Me hicieron creer que su voz podría estar manipulada. Pero yo lo conozco, y sé que no era así. Mi marido ha pasado todo tipo de imprevistos y situaciones difíciles y nunca, jamás, había perdido el sentido del humor», llegó a confesar a ABC. Se pronunció cuando se cuestionó si el buque llevaba bandera española o no, acusó a De la Vega de haber huido a Argentina en viaje oficial mientras estas personas estaban raptadas, y saltó a la portada de este periódico el día que se negó a que el desenlace terminase con una pensión y una medalla.
Cristina Blach, la hija del patrón, Ricardo (residente en Baiona, en la zona de Baíña), es periodista de TVE. Cuando se enteró de lo sucedido, viajó de inmediato de Oviedo al sur gallego. Su padre había enviado un email a la casa armadora, en el que confirmaba que la tripulación estaba bien, pero pedía que no se le contestase. Era para no saturar el canal de comunicación. Ella no se prodigó tanto como sus colegas.
Pero su mensaje fue concluyente. Lo demostró en una macromanifestación celebrada en Vigo, cuando dio lectura a un manifiesto conjunto y recomendó a la judicatura y a las huestes gobernantes que se pusieran en el lugar de las verdaderas víctimas, «36 lobos de mar».
Argi Galbarriatu, hermana del capitán, Íker, creció en una familia de «arrantzales» (pescadores). Desde su Bermeo natal, rememoró una y otra vez dos episodios cruciales en los que las autoridades les comentaron que todo estaba arreglado y que en cualquier instante podrían venir. Al no concretarse estas palabras, la incertidumbre hizo mella en ella. Se movilizó y alabó la labor del armador, «para mí, el secuestrado 37».
Fonte: http://www.abc.es/20110103/comunidad-galicia/abcp-juicio-piratas-atunero-alakrana-20110103.html (03/01/2011)
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