Harardhere, la guarida somalí de los piratas del siglo XXI

Por Víctor Méndez (Pontevedra)

Somalia, uno de los países más pobres del mundo (con una esperanza de vida de 48 años) lleva sin un Gobierno desde 1991, cuando la guerra civil provocó la salida del presidente Barre. Los esfuerzos de las Naciones Unidas, en general, y de los Estados Unidos, en particular, que han programado diferentes líneas de actuación desde entonces, han sido infructuosos.

Movimientos islámicos (esta religión se extiende entre el 98 por ciento de la población, que apenas supera los 8 millones de habitantes) se han hecho fuertes en los últimos tiempos, generando aún más división en el país. En un ambiente de belicismo crónico, un grupo de pescadores de un pequeño pueblo sin una particular relevancia en el mapa (de hecho, ni siquiera está en la costa, pues de Harardhere al mar hay que recorrer unos 20 kilómetros de pistas impracticables) comenzó a pensar en la opción de crear una especie de servicio de guardacostas para impedir que barcos de pesca que no fuesen de allí faenasen por ‘sus’ aguas. La intención de los marineros, sin embargo, comenzó a desviarse de su objetivo inicial, imbuida en gran medida por el entorno en el que se engendró la idea.

Delincuentes de todos los rincones del deshilachado país acudieron a Haradhere, al rebufo de la idea de los pescadores, se apropiaron de ella y la moldearon para su beneficio. Así comenzó la piratería del siglo XXI, que se inició con pequeños secuestros y que funciona de manera organizada desde 2006.

MAS FUSILES QUE PERSONAS
En Harardhere hay más fusiles que personas. Una pseudo ciudad de no más de 6.000 habitantes es el santuario de los bucaneros modernos, auténticos capos de una mafia que no tiene nada que envidiar a otras grandes organizaciones criminales de la actualidad. Entre 1.200 y 1.500 corsarios campan a sus anchas por una villa que se levanta sobre roca viva y está rodeada por un árido desierto jalonado por dunas.

En el pueblo, cuya arteria principal está sin asfaltar (como la mayor parte de las vías de comunicación de esta zona, a unos 400 kilómetros de la capital, Mogadiscio) no hay Comisaría de Policía, no hay escuelas, no hay ningún centro de atención sanitaria. Ni siquiera existe un mercado (sí pequeñas tiendas, asentadas en las chabolas que algunos han construido a lo largo de la ‘carretera’, en las que se vende comida precocinada, maíz, azúcar y poco más). El único cultivo que se mantiene es la judía, esencial para la dieta que les permite subsistir.

Las reservas de sal fueron tiempo atrás un comercio rentable con el resto del país, pero la ausencia de un Gobierno las convierte en un recurso inútil. La única adminisitración que existe en Harardhere es la que integran los propios piratas, dueños ‘plenipotenciarios’ del lugar.

Héroes para unos, villanos para otros.
Ese es el sino de los corsarios incluso dentro de su propia guarida. Los vecinos decentes que sobreviven en la villa les llaman insectos, mosquitos o moscas, porque «no proporcionan ningún beneficio a nadie». Lo hacen, eso sí, con la boca pequeña, por el riesgo de que les vuelen la cabeza.

Fonte: http://diariodepontevedra.galiciae.com/nova/73009.html (13/01/2011)

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