Una de piratas

La actualidad africana pasa por el ya familiar aletargamiento del cruel episodio de guerra civil que sufre Libia; el silencio egipcio-tunecino, y aquí en España, por los supuestos pagos de los rescates del Alakrana, y ahora el Vega 5. Somalia es cualquier cosa menos lo que se entiende por un Estado; un secarral regido por clanes y facciones que se autoproclaman independientes; sociedades que en su cepa costera han descubierto el lucrativo negocio que supone secuestrar buques mercantes; resucitando el añejo oficio del pillaje en la mar.

La costa somalí es una de las encrucijadas de las derrotas oceánicas. Esquina donde confluye el tráfico procedente del Mar Rojo vía Suez, con la gran arteria que nutre la economía occidental bajo el incesante suero en forma de buques tanque procedentes del Golfo Pérsico. El despliegue naval de la comunidad internacional contra la piratería, para establecer un corredor que asegure la navegación hacia Bab Al-Mandab, esconde evitar repetir las dolorosas lecciones que supusieron para la economía los cierres de Suez. Bloqueo que alargó y encareció el viaje del crudo a través del Cabo de Buena Esperanza. Y es que algunos armadores empiezan a optar por una derrota más larga antes que ver su buque secuestrado. El acceso al Mar Rojo es un vaso comunicante especialmente sensible para la economía mundial; no dejando de tener gracia que la desesperada acción de unos descamisados pudiera repercutir en los parqués. Estoy lejos, más si cabe habiendo vidas de por medio, de pretender entrar en debates relativos a si un Estado de derecho se debe plegar ante la extorsión en forma de secuestro por parte de unos infelices. He tenido el privilegio de comprobar cómo las costas africanas son un reguero de pesqueros españoles. De forma general, una flota de cascarones o candrais, que en buena medida no respetan veda biológica alguna; sirvan de ejemplo los armadores andaluces y gallegos que esquilman las pesquerías angoleñas, reembalando ma-risco africano bajo la denominación de origen autonómica; los atuneros vascos que arrían la enseña nacional, sustituyéndola por una ikurriña, o una banderola del Athlétic; por no hablar del costillar de cuadernas y cascos abandonados en esa infinita playa que va desde Nouadhibou hasta Ciudad del Cabo; de aquellos tratantes vigueses que ansiosos esperaban su cargamento de aleta de tiburón mozambiqueño para aliñar la sopa de la vergüenza; ¿cómo se explica que las empresas españolas del sector resuelvan lo que es competencia del Ministerio de Asuntos Exteriores en África?; de cómo Pescano… va camino de no dejar una merluza en Namibia; o cómo en Durban, los patrones españoles se los rifan los armadores chinos porque son los únicos sinvergüenzas que osan violar la estricta legislación australiana. Bajo esta pandorga de espinas y raspas, y a riesgo de revertizar mi lenguaje, ni pretendo ni pienso justificar los secuestros de unos patrones de la pesca en su mayoría millonarios, a manos de los piratillas del Cuerno de Africa. Mi denuncia, más allá del fugaz recorrido por el historial delictivo de la pesca española, se centra [una vez más] en el vacío de la política nacional hacia África. Inglaterra heredó la mar española y con ella sus asuntos. Razón que no justifica que buena parte del rescate del Alakrana se haya gestionado por medio de un despacho de la city londinense; escenificando ya no sólo la reconocida incapacidad de nuestros ministros de exteriores [antes Moratinos y ahora La Trini], sino su vergonzoso silencio ante un extraño pago; naturalmente tramitado bajo un bufete de un país que intencionadamente no forma parte de la política fiscal comunitaria. Episodios tan desgraciados como el acontecido desnudan nuestra canija política hacia África; debiendo siempre suplicar a Londres o París que nos solucionen la papeleta de turno. Y es que los clanes de Mogadiscio cotizan en la city; sustituyendo su kalashnikov por un datáfono, sabedores que la VISA Moncloa paga de inmediato.

* Centro de Estudios Africanos de la ULL
cuadernosdeafrica@gmail.com

Fonte: http://www.diariodeavisos.com/2011/05/21/opinion/una-de-piratas/ (21/05/2011)

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