Plan para salvar los tesoros subacuáticos de la Argentina
Son más de 2 mil navíos hundidos en las costas del país.
A través de la firma de un convenio al que adhieren 35 países, ahora se puede combatir de manera más efectiva a los piratas que persiguen botines valiosos. Las piezas rescatadas no podrán venderse.
Un bol de porcelana china, un reloj de arena, una tela raída, un cofre de madera o vajilla inglesa podrían no significar nada fuera de contexto. Pero si estos objetos se rescatan de un galeón hundido hace cientos de años comienzan a tener sentido y a explicar muchas cosas. Ahora, un convenio internacional firmado con la UNESCO permite que la Argentina pueda preservar como patrimonio cultural a este tipo de “tesoros arqueológicos” que descansan bajo el agua.
La Convención Internacional para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático le reconoce, por primera vez, al Estado argentino la soberanía plena sobre todo el patrimonio cultural que hay debajo de sus aguas, sean mares, ríos, lagunas y lagos. Y el país se compromete a inventariarlo, rescatarlo, preservarlo y evitar la piratería de los “buscadores de tesoros”.
Con el voto de la Argentina, ya son 35 las naciones que lo ratificaron.
Desde que existen mejores métodos para ingresar en las profundidades del mar, la piratería y las exploraciones clandestinas no son simples amenazas: van en aumento. Por eso es importante la adhesión a este convenio. “Para un auténtico científico, una moneda de oro no es más valiosa que un humilde e improvisado silbato de hueso”, afirma Dolores Elkin investigadora del Conicet y directora del Programa de Arqueología subacuática (PROAS ) del Instituto nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Este tratado internacional establece que el patrimonio cultural subacuático no puede ser objeto de compra, venta o transacción comercial alguna y ofrece herramientas para que los Estados mejoren la protección de los objetos arqueológicos.
¿Por qué se protege tanto a los objetos que viajaban en barcos antiguos? A través de ellos es posible reconstruir detalles sobre la vida cotidiana de distintas épocas, entre otros datos. “Los artefactos se estudian en asociación, es decir, en su contexto; y todos revisten la misma importancia, son piezas únicas del complejo rompecabezas de la historia”, explica la arqueóloga Elkin y marca claramente la diferencia entre piratería e investigación.
Se calcula que a lo largo del mar argentino existen alrededor de dos mil naves hundidas de todo tipo: barcos mercantes, de comunicaciones, militares y turísticos, de todas las nacionalidades y épocas.
Solo en el estuario del Río de la Plata hay documentados alrededor de 1.200 naufragios, siendo ésta y la zona austral las de mayor densidad de barcos hundidos o varados. En el Río de la Plata hay gran cantidad por la poca profundidad que tiene. Por eso, cuando nos metemos al mar, entre chapoteo y chapoteo “podríamos estar nadando sobre barcos hundidos de gran valor histórico”, explica Cristian Murray, investigador del Programa de Arqueología subacuática del INAPL, quien cuenta que en un balneario de Puerto Madryn muchos bañistas sufrieron accidentes a causa del vapor Madryn, barco hundido a principios del siglo XX. “Esto se debe a que durante el apogeo de los viajes de exploración, colonización y explotación comercial en los siglos XVI y XIX, nuestro sur fue escenario de numerosas travesías y porque hasta que se construyó el Canal de Panamá, los barcos provenientes de Europa que se dirigían hacia el Pacífico debían pasar por el Cabo de Hornos: no existía otra forma de ingreso”, explica Elkin. Muchos de estos naufragios yacen en las profundidades y otros a la vista, según los caprichos de la marea.
Pero si entre castillos de arena y pozos en la playa piensa salir a bucear con la ilusión de encontrar un barco repleto de oro, mejor no sueñe. Elkin, quien además de arqueóloga es buzo profesional, es contundente: “Nuestras aguas no fueron la ruta habital de galeones españoles con cofres de piedras y brillantes”.
En el Caribe y en México hay más posibilidades, pero aquí tenemos otro “tesoro”: miles de barcos con mucha historia.
Claves del acuerdo
Se considera patrimonio cultural subacuático a los rastros de existencia humana que tenga carácter cultural, histórico o arqueológico, que hayan estado bajo el agua, parcial o totalmente, de forma periódica o continua, por lo menos durante 100 años.
Los estados que adhieren a este convenio se comprometen a cooperar en la protección del patrimonio cultural subacuático.Y son, además, los que reglamentan y autorizan actividades en sus aguas.
Es necesaria la capacitación profesional en arqueología y conservación para el manejo de este patrimonio.
El patrimonio cultural subacuático no puede ser objeto de compra, venta o transacción comercial alguna.
Fonte: http://www.nuestromar.org/noticias/mar_calmo/30_01_2011/35289_plan_para_salvar_los_tesoros_subacuaticos_de_la_argentina (30/01/2011)
A través de la firma de un convenio al que adhieren 35 países, ahora se puede combatir de manera más efectiva a los piratas que persiguen botines valiosos. Las piezas rescatadas no podrán venderse.
Un bol de porcelana china, un reloj de arena, una tela raída, un cofre de madera o vajilla inglesa podrían no significar nada fuera de contexto. Pero si estos objetos se rescatan de un galeón hundido hace cientos de años comienzan a tener sentido y a explicar muchas cosas. Ahora, un convenio internacional firmado con la UNESCO permite que la Argentina pueda preservar como patrimonio cultural a este tipo de “tesoros arqueológicos” que descansan bajo el agua.
La Convención Internacional para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático le reconoce, por primera vez, al Estado argentino la soberanía plena sobre todo el patrimonio cultural que hay debajo de sus aguas, sean mares, ríos, lagunas y lagos. Y el país se compromete a inventariarlo, rescatarlo, preservarlo y evitar la piratería de los “buscadores de tesoros”.
Con el voto de la Argentina, ya son 35 las naciones que lo ratificaron.
Desde que existen mejores métodos para ingresar en las profundidades del mar, la piratería y las exploraciones clandestinas no son simples amenazas: van en aumento. Por eso es importante la adhesión a este convenio. “Para un auténtico científico, una moneda de oro no es más valiosa que un humilde e improvisado silbato de hueso”, afirma Dolores Elkin investigadora del Conicet y directora del Programa de Arqueología subacuática (PROAS ) del Instituto nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Este tratado internacional establece que el patrimonio cultural subacuático no puede ser objeto de compra, venta o transacción comercial alguna y ofrece herramientas para que los Estados mejoren la protección de los objetos arqueológicos.
¿Por qué se protege tanto a los objetos que viajaban en barcos antiguos? A través de ellos es posible reconstruir detalles sobre la vida cotidiana de distintas épocas, entre otros datos. “Los artefactos se estudian en asociación, es decir, en su contexto; y todos revisten la misma importancia, son piezas únicas del complejo rompecabezas de la historia”, explica la arqueóloga Elkin y marca claramente la diferencia entre piratería e investigación.
Se calcula que a lo largo del mar argentino existen alrededor de dos mil naves hundidas de todo tipo: barcos mercantes, de comunicaciones, militares y turísticos, de todas las nacionalidades y épocas.
Solo en el estuario del Río de la Plata hay documentados alrededor de 1.200 naufragios, siendo ésta y la zona austral las de mayor densidad de barcos hundidos o varados. En el Río de la Plata hay gran cantidad por la poca profundidad que tiene. Por eso, cuando nos metemos al mar, entre chapoteo y chapoteo “podríamos estar nadando sobre barcos hundidos de gran valor histórico”, explica Cristian Murray, investigador del Programa de Arqueología subacuática del INAPL, quien cuenta que en un balneario de Puerto Madryn muchos bañistas sufrieron accidentes a causa del vapor Madryn, barco hundido a principios del siglo XX. “Esto se debe a que durante el apogeo de los viajes de exploración, colonización y explotación comercial en los siglos XVI y XIX, nuestro sur fue escenario de numerosas travesías y porque hasta que se construyó el Canal de Panamá, los barcos provenientes de Europa que se dirigían hacia el Pacífico debían pasar por el Cabo de Hornos: no existía otra forma de ingreso”, explica Elkin. Muchos de estos naufragios yacen en las profundidades y otros a la vista, según los caprichos de la marea.
Pero si entre castillos de arena y pozos en la playa piensa salir a bucear con la ilusión de encontrar un barco repleto de oro, mejor no sueñe. Elkin, quien además de arqueóloga es buzo profesional, es contundente: “Nuestras aguas no fueron la ruta habital de galeones españoles con cofres de piedras y brillantes”.
En el Caribe y en México hay más posibilidades, pero aquí tenemos otro “tesoro”: miles de barcos con mucha historia.
Claves del acuerdo
Se considera patrimonio cultural subacuático a los rastros de existencia humana que tenga carácter cultural, histórico o arqueológico, que hayan estado bajo el agua, parcial o totalmente, de forma periódica o continua, por lo menos durante 100 años.
Los estados que adhieren a este convenio se comprometen a cooperar en la protección del patrimonio cultural subacuático.Y son, además, los que reglamentan y autorizan actividades en sus aguas.
Es necesaria la capacitación profesional en arqueología y conservación para el manejo de este patrimonio.
El patrimonio cultural subacuático no puede ser objeto de compra, venta o transacción comercial alguna.
Fonte: http://www.nuestromar.org/noticias/mar_calmo/30_01_2011/35289_plan_para_salvar_los_tesoros_subacuaticos_de_la_argentina (30/01/2011)
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